Vacaciones: una oportunidad para parar
Durante las vacaciones muchas veces seguimos con el mismo ritmo vertiginoso del año, las actividades programadas hasta largas horas de la noche, las demandas de los chicos y la exigencia de estar siempre ocupados y divertidos.
En este afán por hacer, hemos subestimado el valor y la importancia de saber cómo y cuándo parar. Así, nuestro cuerpo nos va dando señales, que comienzan como sutiles mensajes que podemos captar a través de la percepción y determinadas sensaciones. Luego su intensidad va subiendo y se transforman en conductas, muchas veces compulsivas, reactivas o sintomáticas, hasta que finalmente se manifiesta como una enfermedad si no lo atendemos.
Cuántas veces nos ha pasado con el auto, sabemos que tenemos que pararlo para hacerle un service, poner aire a las cubiertas o atender a algún ruido extraño. Sin embargo lo postergamos porque siempre hay algo más urgente o más importante que hacer. Siempre le estamos exigiendo un poco más, sin tomar en cuenta el desgaste que esto implica.
Todos estamos expuestos al estrés, de hecho esta es una forma saludable y normal de responder a los cambios y desafíos que propone la vida. Sin embargo cuando sometemos al cuerpo a elevados niveles de estrés y no paramos, todo el sistema comienza a colapsar.
En cambio cuando lo hacemos tenemos la posibilidad de ver con mayor claridad y escuchar esas señales sutiles que de otra manera nos pasan desapercibidas. Nuestro cuerpo tiene la oportunidad de poner en funcionamiento mecanismos de autorregulación, reparación y regeneración.