El embarazo me permitió conectar con lo potente y sagrado de la vida. Parecía increíble que un ser se estuviera gestando en mi interior y haciendo cuerpo dentro de mi cuerpo.
Podía percibir la inteligencia y la sabiduría de la existencia. La bebé se iba desarrollando y creciendo a un ritmo normal y yo debía cuidar que el proceso ocurriera, tenía que permitir que la naturaleza actuara.
En una reunión Cabalista a la que fui invitada y solo asistían hombres, pregunté porqué, y su respuesta fue contundente: «Porque las mujeres no necesitan estudiar, ellas saben». Cuando mi hija nació, lo entendí. Se trataba de una sabiduría relacionada con el milagro de la vida, la creación y sus ciclos.
Me sentía abrazada y contenida por una fuerza completamente transpersonal y arquetípica de la Madre Divina, la matriz, la tierra y con ese mismo amor y ternura yo sostenía y abrazaba a mi hija.
Un intenso sentido de gratitud surgió hacia mi propia madre y hacia todas las mujeres que vinieron antes y que hicieron posibles la continuidad de la vida, la preservación y la evolución.
Liz Alcalay de su libro El Regreso al Círculo Sagrado.