Festividad de Wesak
Cada año, con la llegada del plenilunio de mayo, millones de budistas de todo el mundo celebran el festival de Wesak.
Este es el día más sagrado ya que se conmemora el nacimiento de Buda (632 AC), el momento de su iluminación y su fallecimiento a los 80 años.
Sus enseñanzas y su mensaje de paz, compasión y buena voluntad lo convirtieron en uno de los grandes maestros de la humanidad.
Antes de morir, Buda encomendó a Ananda, su más devoto servidor, no llorar la desintegración de su cuerpo físico, y en cambio considerar y seguir sus enseñanzas sobre el Dharma, el orden inmanente del universo cómo lo único eterno no sujeto al cambio.
Wesak es la oportunidad para el individuo de restablecer su compromiso con la práctica de una vida noble, el cultivo de la bondad, el desarrollo de la mente y el servicio a la humanidad, contribuyendo de esta manera con la paz y armonía entre todos los seres.
Desde el punto de vista astronómico, la luna llena de mayo es considerada una súperluna porque es el momento en el que ésta se encuentra más cerca de la Tierra y es percibida como la más grande y brillante del año.
En el hemisferio norte la llaman la luna llena de la flor por que es con el devenir de la primavera que los campos florecen. En esta época del año la vida cobra un especial impulso hacia la manifestación y es entonces cuando los peregrinos, lamas, hombres santos, se dirigen hacia un remoto lugar en el Himalaya Tibetano Rodeado de montañas excepto hacia el noreste donde hay una estrecha apertura. Hacia el extremo norte se encuentra una inmensa roca plana cubierta de pastos.
Según cuenta la leyenda, se reúne allí un grupo de seres que son los Guardianes del Plan Divino para nuestro planeta y para la humanidad. Ellos representan a los seres iluminados, a los más altos valores a los que podemos aspirar. Allí cuando la luna se encuentra justo arriba de la piedra, el momento de la luna llena, el Cristo y los peregrinos reunidos en círculos concéntricos recitan un poderoso mantra generando un poderoso campo vibratorio. Una gran invocación surge como el momento cúlmine del esfuerzo realizado por los aspirantes durante el año. El Buda comienza a manifestarse, flotando en el aire en posición de loto, con su mano extendida en señal de bendición, derramando su luz y bendiciones que el Cristo recibe en representación de la humanidad como su custodio para luego ser entregado a las personas.
Buda vuelve una vez al año para bendecir al mundo, posibilitando a través del Cristo la renovación de la vida espiritual. Luego se va alejando hasta que puede verse sólo una mancha en el cielo.
Esta ceremonia dura ocho minutos.
El sacrificio anual del Buda ha terminado y retorna a aquel lugar elevado en donde mora.
Cada año él retorna a la ceremonia de bendición en la cual junto con su hermano el Cristo, trabajan en íntima cooperación para el beneficio espiritual de la humanidad. Ellos actúan como los guardianes del tipo de fuerza más elevada a la cual podemos aspirar. El Buda representa la sabiduría divina y Cristo el amor de Dios a la humanidad.
La Asamblea general en 1999 reconoció el día del plenilunio de mayo, como el día más sagrado para los budistas. Y anualmente en la Sede de las Naciones Unidas todos los años se conmemora esta fecha que pregona la paz, la comprensión y una visión de la humanidad que trasciende las diferencias.