Solemos asociar a la nutrición exclusivamente con los alimentos que ingerimos. Podemos incluso encontrarnos debatiendo sobre si es mejor la dieta paleo, macrobiótica, crudivegana, etc. Al momento ya hemos desarrollado más de 100 tipos de dietas para todo tipo de personas y circunstancias. Lo más probable es que la mayoría de las personas a esta altura ya tenga algún grado de confusión respecto de lo que se supone es mejor comer para tener un buen estado de salud. Muchas de estas dietas son contradictorias entre sí y es difícil elegir cuál es la mejor.
La medicina moderna e integrativa cada vez más se está orientado hacia la bioindividualidad. Esto significa que se empieza a tomar en cuenta la singularidad constitutiva de cada persona desde el punto de vista biológico, psicológico y espiritual, entendiendo que lo que es bueno para alguno puede ser un veneno para otros si no se toma en cuenta la distinción entre un sujeto y otro. Por lo tanto difícilmente podemos caer en generalidades o modas respecto de cómo nos nutrimos en el sentido amplio. Esto significa la totalidad de elecciones que hacemos en nuestra vida y que incorporamos a nuestra realidad, tomando en cuenta el trabajo, nuestras relaciones, entorno, etc. No todos necesitamos lo mismo para mantenernos sanos, fuertes y felices.
Este es el punto en el que cada uno debería empezar a tomar responsabilidad en cuanto a su bienestar. Ningún médico o terapeuta podrá tener mayor conocimiento de una persona que la persona misma, ya que no está dentro de su cuerpo para detectar cuando algo que comió le cayó mal o reconocer el grado de toxicidad que le produce una relación o el lugar en el que vive. Claramente los profesionales podrán ayudar en el proceso de autoconocimiento. Para ello éstos cuentan con recursos como los análisis clínicos cada vez más específicos, estudios genéticos, estudios para detectar alergias, terapias de todo tipo para ayudar a la persona a conectarse en mayor profundidad y conocer su verdadera naturaleza. En su esfuerzo por adaptarse al medio y asegurarse el amor suficiente como para que sus necesidades fueran cubiertas muchas veces tuvo que “torcer “su naturaleza, generando de esta manera todo tipo de trastornos.
Sin dudas el camino hacia una buena nutrición comienza con una fase exploratoria de reconocimiento de quienes somos y cuáles son nuestras necesidades básicas. Si no partimos de allí, todo intento por seguir un modelo o recetas estarán destinadas al fracaso y a alejarnos cada vez más de nosotros mismos cayendo en la confusión y en el sinsentido.
El regreso a casa comienza desde lo más básico:
- Reconociendo qué alimentos nos hacen bien, tratando de buscar siempre la mejor calidad de los mismos, ya que esto significa que nos estamos amando y brindando lo mejor. A veces confundimos lo mejor con lo más caro. Esto solo es un recurso de marketing. Lo mejor es aquello que respeta nuestra naturaleza y cuanto menos industrializado más cercano a la naturaleza está.
- Por otro lado, respetar las horas de descanso, de juego, de actividad física, de encuentro con afectos.
- Nutrirnos de un ambiente agradable.
- Eligiendo un trabajo que nos brinde estímulo, satisfacciones y que alimente nuestra autoestima.
¿Cómo empezar? De a poco. Pequeñas decisiones que nos permitan realizar acciones que nos conduzcan hacia el camino de regreso a casa, hacia quienes somos auténticamente. Nada más cercano a la felicidad.